Laudero trabajando en un violoncello en La Sordina
El arte de la luthería se pierde en un pasado tan remoto como el que guarda el secreto de los primeros instrumentos que el ser humano comenzó a utilizar. Tal vez podríamos decir que el primer músico fué a la vez el primer luthier, quizás muy rudimentario pare el concepto que hoy tenemos pero un luthier al fin. La evolución de este oficio es tan interesante como milenario. Una actividad que aún siendo una parte vital dentro del mundo de la música no está lo suficientemente divulgada y que sin dudas debería formar parte de la enseñanza institucional universitaria en todos los rincones del planeta.
Imaginemos a un ancestro nuestro en los comienzos del despertar artístico golpeando dos rocas y descubriendo pronto que si los tamaños de las rocas son diferentes los sonidos lo son también; es un buen comienzo, luego el destino de la percusión tomaría la delantera. Un tronco de árbol hueco produce un sonido interesante al ser golpeado y si ya había descubierto que diferentes tamaños de rocas producían diferentes "tonos", su naciente ingenio pudo comprender que diferentes tamaños de troncos huecos producirían el mismo resultado; un hombre de la edad de piedra pudo cortar el tronco y trozarlo en diferentes tamaños, esa simple tarea artesanal pudo ser un comienzo lejano, primitivo, pero auténtico de un músico luthier.
Durante siglos la luthería estuvo caracterizada por cierto hermetismo casi iniciático, transmitiendo sus claves de manera oral de maestro a discípulo, generalmente de padre a hijo, por lo cual se le confería una reputación esotérica asociada con la alquimia y hasta quizás con la masonería. Sin embargo en ese contexto es que han surgido verdaderos maestros de este arte como lo fueron quienes lograron un refinamiento tal de construcción que aún hoy son tema de admiración. Estos maestros son los que surgieron de la escuela cremonense (Cremona, Italia) allá por la primera mitad del siglo XVI y cuyos más renombrados representantes son los de las familias Stradivari, Amati y Guarnieri. Aún hoy la escuela de Cremona es el ámbito de máxima excelencia para la formación de un luthier.
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