Documental "LAUDERO CHAMULA"

Juan Méndez Gómez, laudero tradicional
En 1994 Chiapas apareció en el mapa del mundo; periodistas, cineastas, fotógrafos, artistas, intelectuales, filántropos y viajeros arribaron a San Cristóbal de Las Casas para ver de cerca la realidad indígena. Se toparon con un tercer mundo lleno de colores que hablaba en varias lenguas descendientes del maya.Carlos Martínez, realizador mexicano, recorrió con su cámara los universos tzeltalez y tzotziles de Chiapas y halló a un hombre de singular oficio. En las montañas de Majomut, paraje de San Juan Chamula en Chiapas, existe un artista ejemplar que trabaja entre el silencio musical de sus bosques, interrumpido a veces por los cantos de jilgueros.
Sus antepasados lo llaman a través de los sueños para que construya con manos mágicas los instrumentos musicales, que son como seres vivos y con su canto agradan a los Dioses ancestrales para que contentos envíen lluvias y abundancia. En sus instrumentos entra el espíritu de la lluvia, el permiso que hay que conseguir de los hermanos árboles, de las sagradas herramientas, de la piel del venado, del aire, del agua, de la tierra y el fuego que participan en su creación.
La voz del protagonista, Juan el laudero tradicional, narra su propia vida destacando el gran amor por la música ancestral de su pueblo.
“Bolom chon, ta vinajel bolom chon ta balumil, ak’ot, natik avisim bolomchon k’oj k’oj avakam bolomchon”: “El tigre serpiente está en el cielo, el tigre serpiente está en la tierra, tu pierna se levanta, baila, que se ericen tus bigotes y barbas y que luego se alacien, tigre serpiente”. (Fragmento de un canto tzotzil tradicional).

Realización de Carlos Martínez
Año: 1994
Lugar: Chiapas, México
Duración: 30 minutos
Formato: DVD
Otros títulos de Carlos Martínez: "Sueños y palabras sabias de las comunidades tsotziles y tzetzales" y "La Flor del pueblo".
Documental “LAUDERO CHAMULA” de venta exclusiva en la Tienda-Taller de Laudería La Sordina.

Estuches, Fundas y Cubiertas para instrumentos

ESTUCHES PARA VIOLÍN
Para proteger adecuadamente cualquier instrumento musical es recomendable el uso de estuches, fundas o cubiertas. El instrumento puede sufrir golpes o daños en su estructura, o en el peor de los casos su inhabilitación o pérdida de calidad sonora, por un descuido o accidente; por la dificultad de la transportación; o por una situación imprevista. Para evitar una lamentable experiencia es mejor prevenir protegiendo al instrumento desde su adquisición, o bien antes de viajar es conveniente hacerse de una funda o estuche. Para los instrumentos fijos e inmóviles se puede recurrir a una cubierta para su cuidado.Entre los tipos de estuche que se encuentran en el mercado están los rígidos y de suspensión. Ambos estuches mantienen al instrumento al resguardo de golpes; el estuche de suspensión agrega en su interior zonas acolchonadas que le dan mayor seguridad al instrumento.
La Sordina Boutique Musical maneja:
ƒ Estuches de fibra de vidrio, de fibra de carbono, de madera, de plástico. Para violines, violas, y violoncellos.

ƒ Fundas estandar y/o personalizadas (bolsas extras, agarraderas, mayor capacidad para partituras, más compartimientos, porta-atriles, cualquiera que sea la necesidad del músico). Para instrumentos como: piano, violoncello, marimba, contrabajo, corno, clavecín, arpa, timbales, entre otros.
Nota: La venta se realiza sobre pedido. Visita nuestro website
Contamos con una variedad en distintos modelos en estuches, aquí una muestra en las imágenes.

ESTUCHES PARA VIOLA




ESTUCHES PARA VIOLONCELLO



FUNDAS PARA CONTRABAJO




Luthier colombiano en Nueva York

Carlos Arcieri, luthier. Originario de Colombia

Luthier con las manos, pintor con el alma
Carlos Arcieri, uno de los mejores luthieres del mundo, arregló instrumentos de la Filarmónica. Su verdadera vocación es la pintura y no estará tranquilo hasta que no vuelva a ella.
John Saldarriaga L. –Medellín, Colombia. Publicado el 16 de junio de 2008 en el colombiano.com
Reputado como uno de los mejores luthieres del mundo, Carlos Arcieri no ve la hora de regresar a la pintura, su verdadera vocación.
La semana pasada arregló violines, violas, chelos y contrabajos de la Filarmónica, en la oficina del director ejecutivo convertida en taller, pisos arriba de la taquilla del Teatro Metropolitano.
Tiene una barba entre cana y negra, cabello negro bien peinado, contextura maciza sin ser gordo, y es alto. Calza gafas rectangulares y transparentes. La mañana que lo visité estaba enfundado en una bata de laboratorista. Sentado ante una mesa de siete lados atestada de violas y violines, con sus pegamentos, limas de diversos calibres, gubias, formones, escoplos y cepillo. Esa figura revelaba su autoridad en el tema de la reparación de instrumentos de cuerda.
Este barranquillero, de ascendencia italiana, heredó la habilidad manual, en especial con la madera, de su abuelo y otros ancestros de Calabria, famosos como faleñames, es decir, trabajadores de la madera en el artístico oficio de hacer altares.Además de los instrumentos previamente aceptados, interrumpía su trabajo cada tanto para "mirar nada más", o sea evaluar, algunos instrumentos que le traían músicos que se enteraban de que Arcieri estaba aquí.
Contaba su historia y hablaba de los instrumentos que tenía enfrente, ante la mirada curiosa de Luis Fernando Posada, un luthier local, aprendiz del barranquillero.Arcieri contó que su padre, Manlío, a pesar de haber arreglado motores en el terminal marítimo de Curramba, no abandonó la tradición. Hacía los muebles de la casa."Esta viola tiene el mástil muy largo y la ce donde no la debe tener -le dijo a una chica que trajo el instrumento para su evaluación-. Lo más que puede hacerse es mejorarle el sonido".
Acostó el instrumento frente en la mesa y, de inmediato, retiró el puente. Las cuerdas quedaron destempladas. Él sacó un puente nuevo de una bolsita, disminuyó su espesor con el cepillo y, después, se lo llevó a la boca por el lado que iba a quedar pegado al instrumento y lo humedeció. Untó pegante por el mismo lado y, en breve, las cuerdas quedaron tensas sobre el nuevo puente. Por último, afinó.

Contó que estudió artes en la Universidad del Atlántico y después viajó a Estados Unidos a especializarse en pintura. Que la suya era una pintura abstracta, geométrica, cercana al cubismo. Que tenía gran acogida y él cree que hasta era exitoso. Para sostenerse, se dedicó a arreglar instrumentos musicales. Su reputación en este campo fue creciendo tanto que cuando menos pensó se dedicaba más al oficio de luthier que a la pintura, hasta que terminó por abandonarla. Desde entonces no vive tranquilo. "¡Pregúntenle a un pintor qué se siente cuando no ha vuelto a pintar!"Desasosiego, respondí en mi mente.
Perfeccionó el oficio. Fue alumno del mejor luthier del siglo XX: Simone Sacconi, quien después llegaría a ser como su padre.
El luthier habló de su taller en Manhattan. Para describirlo, comenzó por decir que tiene caja fuerte, lo cual es, según él, lo más importante. "Sí. En este momento tengo en mi poder un violín Stradivarius avaluado en cuatro millones de dólares. A veces, como en esta visita a Medellín, como se trataba de tantos instrumentos, treinta, era más fácil que él viniera hasta aquí.
"Yo quería ser reconocido en el mundo por alguna cosa; ser alguien". "¿Entonces, está satisfecho?"
"No, yo quiero ser pintor. Pero ya casi podré dedicarme a eso de lleno. Mi hijo, Jean Carlo, se está ocupando del negocio. Sé que pronto podré retirarme de la luthería".

La Sordina Boutique Musical


Laudero trabajando en un violoncello en La Sordina
La Lutheria o el Arte del Luthier
El arte de la luthería se pierde en un pasado tan remoto como el que guarda el secreto de los primeros instrumentos que el ser humano comenzó a utilizar. Tal vez podríamos decir que el primer músico fué a la vez el primer luthier, quizás muy rudimentario pare el concepto que hoy tenemos pero un luthier al fin. La evolución de este oficio es tan interesante como milenario. Una actividad que aún siendo una parte vital dentro del mundo de la música no está lo suficientemente divulgada y que sin dudas debería formar parte de la enseñanza institucional universitaria en todos los rincones del planeta.
Imaginemos a un ancestro nuestro en los comienzos del despertar artístico golpeando dos rocas y descubriendo pronto que si los tamaños de las rocas son diferentes los sonidos lo son también; es un buen comienzo, luego el destino de la percusión tomaría la delantera. Un tronco de árbol hueco produce un sonido interesante al ser golpeado y si ya había descubierto que diferentes tamaños de rocas producían diferentes "tonos", su naciente ingenio pudo comprender que diferentes tamaños de troncos huecos producirían el mismo resultado; un hombre de la edad de piedra pudo cortar el tronco y trozarlo en diferentes tamaños, esa simple tarea artesanal pudo ser un comienzo lejano, primitivo, pero auténtico de un músico luthier.
Durante siglos la luthería estuvo caracterizada por cierto hermetismo casi iniciático, transmitiendo sus claves de manera oral de maestro a discípulo, generalmente de padre a hijo, por lo cual se le confería una reputación esotérica asociada con la alquimia y hasta quizás con la masonería. Sin embargo en ese contexto es que han surgido verdaderos maestros de este arte como lo fueron quienes lograron un refinamiento tal de construcción que aún hoy son tema de admiración. Estos maestros son los que surgieron de la escuela cremonense (Cremona, Italia) allá por la primera mitad del siglo XVI y cuyos más renombrados representantes son los de las familias Stradivari, Amati y Guarnieri. Aún hoy la escuela de Cremona es el ámbito de máxima excelencia para la formación de un luthier.