Fragmentos del artículo “El clima frío, ¿secreto de los violines Stradivarius?”
Publicado por La Ciencia y el Hombre. Revista de divulgación científica y tecnológica de la Universidad Veracruzana. Número 1, vol. XVIII.
Versión de Jorge Brash
Versión de Jorge Brash
Henri Grissino-Mayer, de la Universidad de Tennesee, y Lloyd Burckle, tienen una nueva teoría: las propiedades acústicas especiales de la madera se desarrollaron durante su crecimiento en virtud de prolongados periodos de inviernos largos y veranos fríos.
Grissino-Mayer y Burckle postulan que una pequeña edad de hielo afectó a Europa desde mediados del siglo XV hasta mediados del X I X, retrasando el crecimiento de los árboles y produciendo maderas alpinas inusitadamente densas para Antonio Stradivari y otros famosos lauderos italianos del siglo XVII. Esa pequeña edad de hielo alcanzó su punto más frío entre 1645 y 1715, periodo conocido como el Mínimo de Maunder.
El doctor Burckle, estudioso del cambio climático en el Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de Columbia, en Palisades, Nueva York, comparó las fechas y sospechó cierta relación. Se puso en contacto con Grissino-Mayer, dendrocronólogo del Laboratorio de Anillos de Crecimiento, quien hace tres años autenticó en Inglaterra el Stradivarius más preciado, conocido como El Mesías. Éste elaboró una cronología de 500 años, que va del año 1500 hasta nuestros días, para dieciséis bosques de altura con poblaciones de alerces, abetos y pinos de cinco países, desde el occidente francés hasta el sur de Alemania. Descubrió un periodo sin precedentes, de crecimiento lento, comprendido entre 1625 y 1720 y caracterizado por anillos de crecimiento delgados y compactos. “Los anillos de crecimiento delgados no sólo dan fuerza al violín sino que aumentan la densidad de la madera”.
Su conclusión es que “el hecho de que el Mínimo de Maunder se hubiera iniciado en el momento en que el arte de los lauderos de Cremona estaba en su apogeo constituye tal vez el secreto de la tonalidad y el brillo de sus instrumentos”. Grissino-Mayer y Burckle publicaron sus descubrimientos en la poco conocida revista Dendrochronologia, en julio de 2003, y sus conclusiones apenas ahora comienzan a difundirse.
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